Neimar Claret Andrade
El incendio registrado el pasado viernes 17 de febrero y que atacó a la comuna de Victoria por varios flancos, dejó atrás 16 casas quemadas y 100 familias afectadas. Entre este mar de historias de pérdida y angustia, destaca la de Dominga Parra Chavol, artesana oriunda de Trangol, quien perdió no sólo su casa, sino su medio de subsistencia y aseguró que las autoridades le están negando la ayuda.
Según contó a Las Noticias de Malleco, la casa ubicada en Trangol es una herencia que le dejó su mamá a ella y a sus dos hermanos, y aunque ella es la que vive y trabaja allí normalmente, es el hogar al que sus hermanos vuelven a descansar de su trabajo en el norte del país.
Asimismo explicó que ella tiene una media agua en Victoria que usa cuando va a la ciudad a vender las artesanías que elabora con la lana que le dan sus ovejas y que ella misma esquila y prepara para poder desarrollar su labor.
“Tengo dos piezas forrás ahí no más —precisó doña Dominga— la otra no la he podido arreglar porque no había recursos. Ellos dicen que no me van a ayudar, que ya salí, porque el Estado ya me dio una casa hace más de 30 años”.
Y es que en esa lejana época ocurrió lo mismo que ahora: Su casa se incendió. “Aquí yo tenía mi casita —indicó refiriéndose a Trangol— y tenía todas mis cosas, siembro, hago huertas, crío cosas, tenía mis ovejitas, hacía mi lana, porque yo soy artesana, vivo de eso, de la lana, con eso sustento a mi hijo, se quemó todo mi taller y ahora no hay nada, nada, nada y sin la lana ¿cómo le voy a hacer?”.
Además del taller, esta mujer que ahora se quedó sin nada, pues al momento del incendio se hallaba en Valdivia vendiendo sus artesanías, por lo que no pudo salvar ninguna cosa, perdió la huerta que tenía para sembrar su comida, una cosecha de avena que tenía para vender y hasta sus perros que se quemaron. “Las ovejas se salvaron porque salieron arrancando”.
“Necesito apoyo del Gobierno —clamó Dominga Parra— que por favor el Gobierno me dé una casita para yo poder empezar de nuevo mi vida, ojalá; esa casita era la herencia que mi mamá me dejó”.
Dice sentirse perdida, temerosa, sin saber cómo hacer para levantarse de nuevo sin el apoyo gubernamental. “No hay ni un pasto para las ovejas —dijo apesadumbrada— todo se quemó. Es una pena muy grande, es muy triste la vida así. Yo aún estoy en Valdivia haciéndole empeño para recolectar algún peso, aunque las ventas no están buenas porque los turistas tienen miedo de llegar acá”.
A pesar de su situación, finalmente aseguró que espera que las autoridades finalmente le presten ayuda.