Jesús Leonardo Núñez
Casi a las diez de la noche del viernes, el horizonte se tornó amarillo intenso, debido al fuego que se extendía implacable en un sembradío en la comuna de Collipulli.
Esta vez no era un simple incendio forestal, sino un verdadero y perverso atentado incendiario, de los que se asoman comúnmente por esta época del año y con la ayuda de la temporada veraniega.
Fue en el fundo Mariluán, ubicado en el kilómetro 4, camino a Angol, donde manos terroristas actuaron sin compasión contra una siembra que llevaría el pan a las mesas chilenas.
Según el parte policial, fueron más de 200 hectáreas de cultivo de trigo en pie que resultaron arrasadas, presumiblemente por las inescrupulosas manos de la reivindicación territorial.
Debido a la enorme extensión de la afectación incendiaria, se ocupó a todo un equipo multidisciplinario para sofocar el fuego, compuesto por varias compañías de Bomberos de Collipulli, personal voluntariado de CMPC, Conaf, entre otros.
Se supo además, que la siembra atentada sería propiedad de la familia Zerené, víctima de anteriores ataques de tipo terrorista.
También se conoció que no sería el único foco de incendio detectado en la ruta Angol – Collipulli durante la reciente jornada de comienzo de fin de semana.