Andrea Jaque
Bajo el alero de la Fundación Summer, se vivió una actividad cargada de emoción, verdad
y esperanza.
La actividad contó con la presencia de alumnos, apoderados, docentes y autoridades del
colegio. El Padre Rector dio la bienvenida y la directora María Inés Mieres ofreció un
mensaje que resonó con fuerza: “Nuestros niños están enfrentados a un mundo digital. Si
nos unimos y consensuamos ideas con valores, con decisión, podemos formar buenas
personas y verdaderos agentes de cambio”. Enmarcado en el carisma mercedario, el
llamado fue claro: construir espacios de redención y respeto, donde cada niño y joven
pueda sentirse visto y valorado.
Leli y Emanuel no hablaron desde la teoría, sino desde el dolor transformado en acción.
Su relato, crudo y profundamente humano, traspasó fibras. Katy, su hija de dieciséis años,
tenía talento, amor y metas. Pero el ciberacoso, silencioso y cruel, la llevó a rendirse. Hoy,
sus padres recorren el país con una misión: salvar. “Yo elijo salvar” es el lema que guía la
Fundación Summer, una cruzada que ya ha tocado a más de 500.000 personas.
En su presentación, invitaron a observar, a prestar atención, a no minimizar el dolor ajeno.
“Observar es el arte de prestar atención”, dijeron. A veces, acompañar en silencio,
sostener, iluminar, puede ser el oasis que alguien necesita en medio de su desierto
emocional.

El ciberacoso en Chile es una realidad alarmante: solo 1 de cada 100 jóvenes se atreve a
denunciar y 1 de cada 10 piensa en quitarse la vida. Esta charla no solo reveló
estadísticas, sino que puso rostro y alma a una problemática que exige acción urgente.
La directora Mieres destacó que esta actividad forma parte del plan de convivencia
escolar y que el trabajo debe ser conjunto con las familias. “Esto es casi una terapia de
shock”, afirmó. “Podemos hacer algo en conjunto: fortalecer valores, asumir
responsabilidad sobre el uso de redes sociales y potenciar líderes positivos”.
“Yo elijo salvar” no es sólo una frase. Es un compromiso por la vida, por la unión familiar,
por la empatía. Es una invitación a transformar el dolor en aprendizaje, a crecer sin
convertirnos en víctimas, a ser testigos salvadores en un mundo que necesita más
humanidad.
Desde Victoria, esta jornada nos recuerda que detrás de cada pantalla hay una vida, y
que elegir salvar puede ser el acto más poderoso que tengamos a nuestro alcance.

