Neimar Claret Andrade
Definitivamente que en Curacautín se está dando el cierre de una era: Luego de 102 años de servir a la comunidad, la Farmacia Humanitaria cerrará sus puertas a finales de noviembre.
Todo empezó con don Ricardo Araneda (quien murió en la década de los 80 del siglo pasado), farmacéutico curacautinense que, en 1920, abrió su local en una casita pequeña y luego de varios años, construyó la casa que hasta hoy albergó esta farmacia tan querida por los curacautinenses de antaño y por los de ahora, por el servicio que siempre les ha prestado.
Don Jorge Araneda, quien hoy cuenta con 83 años de edad y siguió los pasos de su padre, explicó que desde hacía mucho tiempo había estado pensando, junto a su familia, en el retiro y cuando se presentó la oportunidad de vender el edificio en el que se haya emplazada la histórica farmacia, resolvieron que ya era tiempo, por lo que tomaron la decisión de venderlo y cerrar. También venderán algo del mobiliario antiguo de la farmacia.
En el recuerdo quedarán aquellos días en los que la Farmacia Humanitaria repartía tabletas de vitamina C entre los niños de la ciudad y de las muchas ocasiones que, incluso, funcionó como establecimiento de salud improvisado, pues en esa época pretérita no había ninguno formal en la comuna por lo que ahí terminaban yendo los curacautinenses en busca de alivio para sus dolencias.Incluso el recordado Rosalino, quien llegó desde muy joven a trabajar como dependiente de la farmacia, terminó siendo una especie de practicante de medicina, pues ponía inyecciones y hasta recetaba remedios a los pacientes para las diferentes dolencias, los cuales terminaba preparando también.
Don Jorge comentó que la familia siente mucha pena por cerrar y están recibiendo, incluso, muestras de cariño y agradecimiento de las personas que, por muchísimos años, compraron sus medicinas en la Farmacia Humanitaria, pues incluso daban facilidades de pago a quienes no podían cancelar sus medicinas al contado.