Andrea Jaque
La actividad, cargada de emoción y sentido colectivo, permitió establecer conversaciones
sinceras entre familias que, aunque enfrentan realidades distintas, comparten una misma lucha:
construir una sociedad más empática, más justa y verdaderamente inclusiva.
“Fue muy emotiva. Cada historia es distinta, pero estamos todos unidos por lo mismo”, expresó
Antonella Pascual, fundadora de la agrupación organizadora, quien recordó el origen de esta
iniciativa con palabras que resonaron entre los presentes. Esta idea nació para visibilizar la
condición del espectro autista. Comprenderlo es también comprender que todos percibimos el
mundo de manera diferente.
Las historias compartidas durante la jornada visibilizaron las barreras cotidianas: niños no
verbales que requieren acompañamiento constante, esperas médicas imposibles de tolerar y una
falta generalizada de comprensión social. “Sensibilizamos para que desde ahí nazca la empatía”,
insistió Antonella, subrayando que el cambio comienza por el reconocimiento del otro.
Esta marcha fue un acto de amor colectivo. Una invitación a mirar con otros ojos, a escuchar con
el corazón y a entender que la diversidad no es una carga, sino una riqueza que nos desafía
como sociedad. “Nosotros somos la voz de nuestros hijos”, afirman las familias. Y esa voz, unida
y firme, deja en claro que no se detendrán hasta que muchos puedan ser conscientes y cada día
más empáticos desde el conocimiento y el sentir.

